Historia de la fortificación y principales deficiencias
En las primeras décadas del Siglo XX se identifican y aíslan las vitaminas, reconociéndose su esencialidad para la vida. Los primeros hallazgos científicos que demostraron el rol clave que estos compuestos presentes en los alimentos tenían en la prevención de las enfermedades modificaron el paradigma vigente en aquel momento histórico sobre los conceptos vinculados a las causas que podían dar origen a las enfermedades.
Como consecuencia de estos nuevos conocimientos se estudian las cantidades requeridas diariamente de estos micronutrientes y surgen las primeras estrategias sanitarias para prevenir estas enfermedades deficitarias. Entre estas acciones de salud pública, la adición de micronutrientes a los alimentos de consumo habitual se visualiza como una estrategia posible. Estas medidas de enriquecimiento o fortificación pueden estar reguladas como políticas sanitarias, tener un carácter mandatorio y por lo tanto un alcance poblacional, o bien estar sujetas a la iniciativa voluntaria de los productores de productos alimenticios.
A nivel mundial la primera experiencia de fortificación de un alimento fue la adición de yodo a la sal, medida implementada en Suiza en 1920, una zona geográfica con suelos deficientes en yodo y que presentaba una elevada prevalencia de bocio endémico. Esta medida cobra carácter obligatorio algunas décadas más tarde y alcanza en la actualidad a 130 países en el mundo.
En EEUU, el agregado de vitaminas A y D a la leche data de 1930, actualmente 14 países en el mundo agregan en forma obligatoria alguna de dichas vitaminas y en algunos casos además adicionan vitamina C, calcio, acido fólico ó hierro. Otro vehículo elegido para la adición de las vitaminas A y D cuya deficiencia se identifica como un problema sanitario en la primera mitad del silgo XX, son las margarinas y los aceites vegetales.
El enriquecimiento de los cereales, particularmente el arroz, con diversos micronutrientes ha sido otro ejemplo pionero como medida preventiva para paliar deficiencias nutricionales y se remonta también a la década de 1950, en tanto que la adición de micronutrientes a la harina de trigo, un alimento de consumo habitual en gran parte del mundo data de la década de 1940.
En la actualidad el perfil epidemiológico nutricional en varias regiones geográficas muestra un complejo escenario sanitario, en donde conviven problemáticas relacionadas tanto con un aporte deficiente como excesivo de nutrientes. Las patologías crónicas no trasmisibles, cuya ocurrencia es cada vez más frecuente, están fuertemente asociadas a un consumo elevado de nutrientes como el sodio, los azucares y las grasas saturadas; en tanto que la anemia por deficiencia de hierro, los trastornos por deficiencia de iodo y la carencia de varias vitaminas son aun preocupantes problemas nutricionales.