Experiencias exitosas en la prevención de los trastornos por deficiencia de Yodo
La deficiencia de yodo ha sido reconocida como un problema sanitario desde el siglo pasado, diversos Organismos Internacionales como la Organización Mundial de la Salud, Unicef y el ICC han bregado en forma sostenida por disminuir esta problemática que ocasiona serias consecuencias para la salud. El yodo es necesario para la actividad de las hormonas tiroideas y por lo tanto resulta esencial para el desarrollo normal del cerebro y el sistema nervioso. Las patologías relacionadas con su deficiencia se denominan trastornos por deficiencia de iodo, cuya manifestación más grave es el cretinismo, una condición de retraso en el crecimiento físico y mental. La deficiencia de iodo es por lo tanto una causa prevenible de retraso mental, y su deficiencia leve afecta también el crecimiento físico y el desarrollo intelectual.
Las medidas puestas en marcha para paliar la deficiencia dan cuenta de un notable progreso, revelando un escenario actual en el que el número de países con deficiencia de yodo en el mundo ha disminuido de 54 en 2003 a 47 en 2007 y 32 en 2011. En general en la mayor parte de los países en los que aún perdura la deficiencia, la misma es leve, pero sin embargo esta situación aun puede tener un impacto sobre el desarrollo infantil.
Debido a que el yodo se requiere para la mielinización cerebral normal en el útero y durante el período post-parto temprano, el feto en desarrollo y el lactante son particularmente vulnerables a los efectos de una nutrición inadecuada de este oligoelemento. Por ejemplo, la deficiencia de yodo en el primer trimestre del embarazo puede asociarse en la descendencia con mayores probabilidades de performances suboptimas en test de desarrollo cognitivo. La evidencia actual indica que una corrección de la deficiencia cuando esta es leve a moderada, mejora rendimiento cognitivo en niños en edad escolar.
Aunque el escenario epidemiológico revela a nivel global una mejoría en la caracterización de la prevalencia de esta deficiencia nutricional, la deficiencia subclínica del oligoelemento así como ingestas diarias por debajo de las cantidades recomendadas constituyen aun una problemática frecuente en distintos contextos geográficos, tanto en zonas de mayor vulnerabilidad socioeconómica como en países desarrollados. Los organismos internacionales han promovido fuertemente la iodacion universal de la sal como una medida sanitaria de impacto exitoso para combatir los trastornos por deficiencia de yodo. La regulación de esta normativa y los controles periódicos que aseguren que los niveles de fortificación en la sal se mantienen adecuadamente, es un tema que merece especial atención, ya que estudios provenientes de distintos contextos dan cuenta que las cantidades adicionadas no siempre se encuentran dentro de los rangos establecidos. Algunos organismos científicos proponen que en zonas con deficiencia y en donde la yodación de la sal no es obligatoria, se aconseje el uso de suplementos de yodo en los grupos más vulnerables como los niños y las embarazadas.
Debido a que el contenido de yodo en los alimentos es sumamente variable y depende de los niveles de yodo en el suelo, en las aguas utilizadas en el riego, en los fertilizantes empleados en los cultivos y en la alimentación del ganado; en zonas donde la alimentación lo aporta en cantidades suboptimas, medidas alternativas como la adición de yodo a otros alimentos o condimentos merecen ser evaluadas como estrategias que permitan una mejor cobertura de las cantidades que se requieren diariamente.